El embarazo es, sin duda, el mejor momento para comenzar a comer de forma equilibrada. El bebé lo agradecerá y la futura mamá llegará en las mejores condiciones al parto y la lactancia. Las mujeres sanas deben aumentar durante la gestación entre 10 y 12 kilos y un peso controlado es esencial para prevenir partos prematuros, así como problemas relacionados en el desarrollo del recién nacido, como la menor resistencia a las infecciones y el bajo peso, si hay mala nutrición.
Por otra parte, hay que evitar el aumento desmedido. La dieta de una embarazada no puede exceder las 2500 calorías diarias, tiene que asegurar el aporte de calcio y hierro y aumentar el de proteínas, vitaminas y minerales. Es fundamental el consumo de minerales como el calcio, fósforo, magnesio, hierro y yodo, además de proteínas.
Las estrellas en la alimentación de la futura mamá es el ácido fólico, presente en las verduras de hoja cruda, frutas, hígado y las levaduras. Es importante para prevenir anemias, malformaciones y anomalías del cierre del tubo neural (espina bífida), cardíacas y urológicas del bebé. También se puede ingerir en suplementos; la dosis recomendada para embarazadas es de 600 mcg. diarios. Se puede lograr una prevención que ronda el 100%.
Con respecto a la actividad física, los médicos indican que no existe limitaciones salvo el sentido común. Sin embargo, aclaran que la que nunca práctico no tiene por qué comenzar ahora, bastará con caminar para favorecer la circulación y sentirse mejor. Los ejercicios del piso pélvico son importantes para fortalecer la tonicidad de los músculos, lo que ayuda en el momento del nacimiento, e incluso de la vagina, para conservar más placer en las relaciones sexuales después del parto.
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