Las situaciones de la vida pueden enfrentarnos con la necesidad de descubrir si un ser querido, un compañero de trabajo o hasta un desconocido nos dice la verdad o no.
El cuerpo da señales muy claras en ese sentido. Aunque no son infalibles, pueden ayudar mucho.
Por ejemplo, quien dice una mentira muy pocas veces es capaz de mirar directamente a los ojos. Además, tiende a ser menos expresivo con las manos y los brazos. Si está sentado, puede mantenerlos en el regazo o colgando a los lados del cuerpo si está de pie. Tal vez ponga sus manos en los bolsillos, las retuerza o las cierre en un puño. Por el contrario, los dedos completamente extendidos son señal de sinceridad. Fíjate más que nada en las señales que se contrapongan a su comportamiento habitual.
Si una persona se sienta con los brazos y piernas muy cerca del cuerpo o cruzados es señal de que tiene algo que esconder. Lo mismo ocurre si sus movimientos son más rígidos, artificiales o mecánicos que lo habitual.
Ante una pregunta, quien está por decir una mentira puede llevarse las manos al rostro, morderse las uñas o cubrirse la boca.